Cartas

mi ensayo sobre este texto está aquí

15 de junio de 1904

[A Nora Barnacle]

Puede que esté ciego. Miré por mucho tiempo una cabellera cobriza y decidí que no era la suya. Volví a casa bastante afligido. Me gustaría fijar una cita pero quizá no le acomodaría. Espero que sea tan amable de fijar una conmigo — ¡si no se ha olvidado de mí!

James A Joyce

 

 

[A Nora Barnacle Joyce]

21 de agosto de 1909

Mi querida Norita pienso que estás enamorada de mí, ¿o no? Me gusta pensarte leyendo mis versos (te tardaste cinco años en encontrarlos). Cuando los escribí era un solitario niño raro, deambulando solo en las noches y pensando que algún día una jovencita me habría de querer. Pero nunca le pude hablar a las jovencitas que conocía en las casas, cuya falta de sinceridad me paraba en seco. Luego llegaste a mí. No eras en un sentido la jovencita para quien hube soñado y escrito los versos que ahora te parecen tan encantadores. Ella sería, quizá (como la vería en mi imaginación) una niña con una seria belleza curiosa labrada por la cultura de las generaciones que la antecedieron, la mujer a la que le escribí poemas como “Gentil dama” o “Vos os extendéis hacia la cáscara de la noche”. Pero luego vi que la belleza de tu alma opacaba la de mis versos. Había algo en ti más enaltecido que cualquier cosa que yo hubiera puesto en ellos. Y por esta razón el libro de versos es para ti. Contiene el deseo de mi juventud, y tú, querida, fuiste la consumación de ese deseo.

¿Acaso he sido cruel contigo? Por lo menos de una crueldad no he sido culpable. No he matado el cálido impulsivo amor, soplo de vida, de tu rica naturaleza. Asómate ahora, queridísima, a lo más profundo de tu propio corazón y dime si por vivir conmigo has visto tu corazón envejecer y endurecerse. No, eres capaz de un sentimiento más profundo y refinado que antes. Dime, mi propia Norita, que mi compañía ha sido buena para ti y yo te diré lo que tu compañía ha significado para mí.

¿Sabes lo que es una perla y lo que es un ópalo? Mi alma cuando llegaste bamboleándote por primera vez a mí por esas dulces tardes de verano era hermosa pero con la pálida belleza sin pasión de una perla. Tu amor me ha atravesado y ahora siento mi mente como una especie de ópalo, es decir, llena de extraños e inciertos tonos y colores, de luces cálidas y sombras escurridizas y música entrecortada.

Estoy tan preocupado, Nora querida, por cómo le voy a hacer para juntar dinero para volver y traerme a Eva y también para ir a Galway a ver a tu gente. Hoy le escribí a tu madre pero la verdad es que no quiero ir. Hablarán de ti y de cosas que no conozco. Me aterra que me muestren incluso una foto de ti de chiquita porque habré de pensar “No la conocía entonces ni ella a mí. Cuando se bamboleaba a misa en las mañanas arrojaba largas miradas a veces a algún niño en el camino. A otros pero a mí no”.

Te pediré, mi cielo, que me tengas paciencia. Estoy absurdamente celoso del pasado.

Sé feliz, mi Nora de ingenuo corazón, hasta que llegue. Dile a Stannie que me mande muchísimo dinero y pronto para que nos podamos ver pronto. ¿Recuerdas el día que te pregunté indiferente “¿Dónde te veré esta tarde?” y tú respondiste sin pensar, “¿Que dónde nos vamos a ver? Me verás en la cama, supongo”.

Magari! magari!

Jim